
La información es ahora el elemento clave en todo el diseño de los sistemas productivos. Las estrategias sociopolíticas y económicas de los Gobiernos dependen en gran medida de las estructuras informativas y propagandísticas disponibles.La importancia del fenómeno informativo lleva a los Estados a tejer sus telarañas de control sobre los medios de comunicación y las noticias y contenidos que se vierten a escala planetaria. No faltan individuos que claman por la concepción de la Información como un bien público, exento del sometimiento a la lógica del tráfico mercantil. Por encima de los derechos de propiedad privada, más allá de las restricciones que impone la competitividad de los mercados: la Información debe permanecer ajena a intereses particulares y enarbolar la bandera de la universalidad.

Y ello es posible porque la Información trasciende los procesos económicos imperantes, desborda la idiosincrasia de los mercados. La Información no se muestra respetuosa con los preceptos funcionales del capitalismo. Foros comunicativos como Internet permiten y facilitan la irrupción en escena de fuerzas creadoras inesperadas. Los propios usuarios interactúan y colaboran en el intercambio de toda clase de contenidos.
Han existido intentos de construir monopolios informativos en la red. Pero imperios como Google o Microsoft han fracasado en sus pretensiones de acallar los procesos de producción cooperativos y de autoproducción que llevan la firma anónima de las masas.

El capitalismo tal y como lo conocemos se ve impotente ante la creatividad y la innovación que potencia la comunicación cibernética. Instrumentos como los foros, los blogs o los podcasts sirven para romper las cadenas que pretendían esclavizar nuestras palabras.
Desde Nueva York a Pekín, desde Londres a Johannesburgo pasando por Melbourne o Moscú, pueden leerse los pensamientos en alto de identidades ocultas. El pueblo ha empezado a hablar. Y ya no habrá quien nos calle.
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