viernes, 27 de abril de 2007

Conmoción entre los estadounidenses por la masacre de Virginia Tech

Puede que el ser humano esté capacitado para afrontar las más crueles tragedias. Pero rara vez estamos preparados para los detalles. La opinión pública norteamericana ha sufrido un nuevo golpe bajo con la emisión del vídeo en que Cho Seung Hui, de modo confuso, explica sus motivos para convertirse en el pistolero del siglo XXI.


“Habéis tenido cien mil millones de maneras de evitar lo de hoy, pero habéis decidido derramar mi sangre. Me habéis acorralado en una esquina y solo me habéis dejado una opción. La decisión fue vuestra. Ahora tenéis sangre en vuestras manos que nunca podréis lavar”.

El tiroteo pergeñado por el joven surcoreano en la Universidad de Virginia deja tras de sí 32 víctimas mortales, decenas de heridos, e infinitud de preguntas que jamás hallarán respuesta, innumerables recuerdos teñidos de dolor y que acompañarán a los familiares de los fallecidos por tiempo inmemorial.

La peor matanza de estas características en la historia de los Estados Unidos reabre además un debate, una herida, que nunca ha terminado de cicatrizar. ¿Podría haberse evitado? ¿Cómo? Hay quien habla de negligencia en la gestión del asunto por parte de las autoridades. No faltan quienes hablan del acceso que los ciudadanos en Norteamérica pueden tener a armas de fuego. En este punto, son muchos los que claman por la prohibición y las restricciones. Otros, por el contrario, entienden que sería precisamente una mayor permisividad la que evitaría tristes episodios como el de Virginia. De esta última opinión es John Markell, el armero que vendió las pistolas a Cho. Según un artículo publicado en el diario El País, Markell entiende que “todo el mundo debería de estar armado. Si las armas estuvieran permitidas en el campus, esto no habría ocurrido. Quizá hubieran muerto una o dos personas, pero antes de que cayera la tercera, el asesino habría sido abatido por alguien con un arma”.

En estas disquisiciones entra Albert, uno de los españoles que estudia en Virginia Tech. Su testimonio, así como el de su compañero Nicolás Delgado, ha sido recogido en la edición digital de ABC.

Cho Seung-Hui, un psicópata que se creía iluminado. O quizá un iluminado que pasará como psicópata a la historia que reescribimos los supervivientes. Su ataque kamikaze a los cimientos de la sociedad norteamericana deja de nuevo en evidencia esa doble moral que señalamos como mal endémico de los yanquis. Aunque quizá nosotros mismos no estemos tan alejados de semejantes precipicios.


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