
Asier Arzalluz Goñi nació el 17 de diciembre de 1976 en San Sebastián. Hoy, algo más de treinta años después, el etarra conocido como "Santi", "Epeta" o "Sendoa" se sienta en el banquillo de los acusados de la Audiencia Nacional.
Asier fue detenido en 2002 en Francia, cuyas autoridades le extraditaron a España en respuesta a las seis órdenes de búsqueda, detención e ingreso en prisión que habían emitido diferentes juzgados de la Audiencia. Integrante del Comando Ttotto, Asier Arzalluz está relacionado con el asesinato de tres personas y con la ejecución de varios atentados.
32 años de cárcel. Esa es la condena que el fiscal de la Audiencia Nacional ha pedido para Asier Arzalluz Goñi. Robar un coche, retener a su dueño y hacer explosionar el vehículo en plena Gran Vía bilbaína no deberían ser los pasatiempos cotidianos de este joven guipuzcoano.
Aquello sucedió un 12 de enero de 2002, y la participación de Arzalluz en el atentado se canalizó a través del comando K-Olaia. Los integrantes de este comando fueron identificados por Gorka Martínez Arkarazo, quien había sido detenido tras la desarticulación de Jata, comando de apoyo de K-Olaia.
Martínez Arkarazo se halla actualmente entre rejas. Ahora se desdice de sus chivatazos, argumentando que efectuó su declaración bajo tortura de los ertzaintzas. Siguiendo las reglas del proceso, la declaración testifical en juicio de Martínez Arkarazo se produjo tras las cortinas. Los asistentes a la vista no pudimos verle la cara, pero su voz transmitía inseguridad, indecisión, miedo... Era un animal acorralado que apenas sabía cómo enfrentarse a las amenazas que se cernían sobre él.

Pero sus palabras fueron útiles y eficaces para los posicionamientos de la defensa de Arzalluz. La letrada que le asiste se regocijaba ante las denuncias de presión policial de Martínez Arkarazo. Tal extremo no pudo ser debidamente desmentido, por cuanto los ertzaintzas interrogados a continuación en calidad de testigos incurrieron en ciertas contradicciones que, aunque quizá nimias, pueden revestir importancia para el desenlace del proceso.
Aquello era un cachondeo. Testimonios cruzados, un chivato con los cojones de corbata, una abogada defensora con aspecto de haber sido sacada de un capítulo de kale borroka... Y unos cuantos espectadores que llevaban el RH euskaldún escrito en la cara, y que contemplaban el juicio con el mismo espíritu festivo con que las cuadrillas van a los toros. O algo menos español, como ir a Anoeta para ver a la Real Sociedad.
Arzalluz fue advertido en un determinado momento de que dejara de intercambiar guiños y sonrisitas con sus amigotes del público. Al menos hubo quien trató de poner algo de seriedad en todo aquello. Irónicamente, el acusado no tuvo ganas de dar rienda suelta a sus necesidades comunicativas cuando se le convidó a ello. Arzalluz se negó a declarar: "no tengo nada que decir".
Yo, Ataúlfo Calafate, asistía cuando menos escéptico y algo incrédulo al teatro, al circo judicial que por momentos allí se celebraba. Me pregunté si alguno de los espectadores sería algún familiar de las víctimas de Arzalluz; me pregunté qué estaría pensando en aquel preciso instante.

Porque la vida de Arzalluz como etarra no se resume en aquel mediodía del 12 de enero de 2002. Dos años antes había ingresado en el comando Ttotto, cuya primera misión fue el asesinato de José Luis López de Lacalle, columnista del diario El Mundo. El periodista fue asesinado cuando regresaba a casa; al ir a abrir la puerta del portal, fue disparado a quemarropa recibiendo primeramente dos balas en el tórax.
Ya en el suelo, lo remataron con dos nuevos disparos, en la nuca y en la sien. Desde las primeras informaciones se hablaba de que el crimen había sido cometido por dos jóvenes de unos 25 años, No eran otros que Asier Arzalluz y su inseparable Aitor Aguirrebarrena Beldarraín, alias "Peio".
El río de sangre continuó con la muerte de dos Guardias Civiles en una localidad de Huesca, al estallar la bomba lapa colocado en los bajos de su Nissan Patrol. El Comando Ttotto fue parcialmente desarticulado tras la detención de otro de sus integrantes, José Ignacio Guridi Lasa, con lo que el resto de sus miembros hubieron de huir a Francia.
Y es en este punto en el que la historia de Arzalluz adquiere rasgos novelescos. Era una tarde-noche de finales de primavera. Los rayos de sol comenzaban a retirarse ante el tímido empuje de las nubes que se deslizaban por el cielo galo. Arzalluz y su colega "Peio" circulaban en un Ford Mondeo -matrículas falsas- por las carreteras de la localidad francesa de Aubusson.
Probablemente, en el amanecer de aquel 4 de Junio de 2002 nunca imaginaran que iban a topar con un control de tráfico instalado por los gendarmes franceses. Pero en ese preciso instante, quizá entendieran que habían llegado al final de su camino. Puede incluso que, en un arrebato de

lucidez, acertaran a comprender que habían entrado en el principio del fin.
En cualquier caso, un vasco no se rinde así como así. Al percatarse de que iban a ser registrados por los policías, los etarras metieron marcha atrás en el Mondeo y se lanzaron a una huida desesperada por las calles de Aubusson.
Fue patético, calamitoso. Como toda intentona destinada de antemano al fracaso, aquella escapada fue un esperpento, un ridículo al que no se puede negar de todos modos su cierto encanto dadaísta.
Arzalluz y "Peio" colisionaron contra un vehículo perfectamente estacionado. El siguiente fotograma de la película nos muestra a los dos individuos con unas esposas uniendo sus muñecas.
El contenido del maletero del Mondeo no tenía desperdicio. Una pistola cargada, un rifle con el cañón recortado, documentos de identidad falsos. Y placas policiales falsificadas. Échale patxarán y ya tienes todos los ingredientes para una fiesta euskalduna en condiciones.
Brindis por Sabino Arana.
Las dos órdenes internacionales de búsqueda, detención e ingreso en prisión emitidas por el Juzgado Central de Instrucción número uno de la Audiencia Nacional motivaron la extradición de Arzalluz y "Peio" a finales de noviembre de 2005.

Supongo que en el ínterin habrán tenido tiempo para aprender francés. Mira tú, para que luego digan que la profesión de terrorista no tiene su aquel; ¡si hasta se aprenden idiomas! Ahora pueden leer a Rousseau o Proust en versión original.
Y tiempo no les va a faltar para adentrarse en los clásicos de la Ilustración. Asier Arzalluz, bienvenido.