viernes, 27 de abril de 2007

2. Asier Arzalluz

Asier Arzalluz Goñi nació el 17 de diciembre de 1976 en San Sebastián. Hoy, algo más de treinta años después, el etarra conocido como "Santi", "Epeta" o "Sendoa" se sienta en el banquillo de los acusados de la Audiencia Nacional.

Asier fue detenido en 2002 en Francia, cuyas autoridades le extraditaron a España en respuesta a las seis órdenes de búsqueda, detención e ingreso en prisión que habían emitido diferentes juzgados de la Audiencia. Integrante del Comando Ttotto, Asier Arzalluz está relacionado con el asesinato de tres personas y con la ejecución de varios atentados.


32 años de cárcel. Esa es la condena que el fiscal de la Audiencia Nacional ha pedido para Asier Arzalluz Goñi. Robar un coche, retener a su dueño y hacer explosionar el vehículo en plena Gran Vía bilbaína no deberían ser los pasatiempos cotidianos de este joven guipuzcoano.


Aquello sucedió un 12 de enero de 2002, y la participación de Arzalluz en el atentado se canalizó a través del comando K-Olaia. Los integrantes de este comando fueron identificados por Gorka Martínez Arkarazo, quien había sido detenido tras la desarticulación de Jata, comando de apoyo de K-Olaia.


Martínez Arkarazo se halla actualmente entre rejas. Ahora se desdice de sus chivatazos, argumentando que efectuó su declaración bajo tortura de los ertzaintzas. Siguiendo las reglas del proceso, la declaración testifical en juicio de Martínez Arkarazo se produjo tras las cortinas. Los asistentes a la vista no pudimos verle la cara, pero su voz transmitía inseguridad, indecisión, miedo... Era un animal acorralado que apenas sabía cómo enfrentarse a las amenazas que se cernían sobre él.




Pero sus palabras fueron útiles y eficaces para los posicionamientos de la defensa de Arzalluz. La letrada que le asiste se regocijaba ante las denuncias de presión policial de Martínez Arkarazo. Tal extremo no pudo ser debidamente desmentido, por cuanto los ertzaintzas interrogados a continuación en calidad de testigos incurrieron en ciertas contradicciones que, aunque quizá nimias, pueden revestir importancia para el desenlace del proceso.

Aquello era un cachondeo. Testimonios cruzados, un chivato con los cojones de corbata, una abogada defensora con aspecto de haber sido sacada de un capítulo de kale borroka... Y unos cuantos espectadores que llevaban el RH euskaldún escrito en la cara, y que contemplaban el juicio con el mismo espíritu festivo con que las cuadrillas van a los toros. O algo menos español, como ir a Anoeta para ver a la Real Sociedad.

Arzalluz fue advertido en un determinado momento de que dejara de intercambiar guiños y sonrisitas con sus amigotes del público. Al menos hubo quien trató de poner algo de seriedad en todo aquello. Irónicamente, el acusado no tuvo ganas de dar rienda suelta a sus necesidades comunicativas cuando se le convidó a ello. Arzalluz se negó a declarar: "no tengo nada que decir".

Yo, Ataúlfo Calafate, asistía cuando menos escéptico y algo incrédulo al teatro, al circo judicial que por momentos allí se celebraba. Me pregunté si alguno de los espectadores sería algún familiar de las víctimas de Arzalluz; me pregunté qué estaría pensando en aquel preciso instante.

Porque la vida de Arzalluz como etarra no se resume en aquel mediodía del 12 de enero de 2002. Dos años antes había ingresado en el comando Ttotto, cuya primera misión fue el asesinato de José Luis López de Lacalle, columnista del diario El Mundo. El periodista fue asesinado cuando regresaba a casa; al ir a abrir la puerta del portal, fue disparado a quemarropa recibiendo primeramente dos balas en el tórax.

Ya en el suelo, lo remataron con dos nuevos disparos, en la nuca y en la sien. Desde las primeras informaciones se hablaba de que el crimen había sido cometido por dos jóvenes de unos 25 años, No eran otros que Asier Arzalluz y su inseparable Aitor Aguirrebarrena Beldarraín, alias "Peio".

El río de sangre continuó con la muerte de dos Guardias Civiles en una localidad de Huesca, al estallar la bomba lapa colocado en los bajos de su Nissan Patrol. El Comando Ttotto fue parcialmente desarticulado tras la detención de otro de sus integrantes, José Ignacio Guridi Lasa, con lo que el resto de sus miembros hubieron de huir a Francia.

Y es en este punto en el que la historia de Arzalluz adquiere rasgos novelescos. Era una tarde-noche de finales de primavera. Los rayos de sol comenzaban a retirarse ante el tímido empuje de las nubes que se deslizaban por el cielo galo. Arzalluz y su colega "Peio" circulaban en un Ford Mondeo -matrículas falsas- por las carreteras de la localidad francesa de Aubusson.

Probablemente, en el amanecer de aquel 4 de Junio de 2002 nunca imaginaran que iban a topar con un control de tráfico instalado por los gendarmes franceses. Pero en ese preciso instante, quizá entendieran que habían llegado al final de su camino. Puede incluso que, en un arrebato de lucidez, acertaran a comprender que habían entrado en el principio del fin.

En cualquier caso, un vasco no se rinde así como así. Al percatarse de que iban a ser registrados por los policías, los etarras metieron marcha atrás en el Mondeo y se lanzaron a una huida desesperada por las calles de Aubusson.

Fue patético, calamitoso. Como toda intentona destinada de antemano al fracaso, aquella escapada fue un esperpento, un ridículo al que no se puede negar de todos modos su cierto encanto dadaísta.

Arzalluz y "Peio" colisionaron contra un vehículo perfectamente estacionado. El siguiente fotograma de la película nos muestra a los dos individuos con unas esposas uniendo sus muñecas.

El contenido del maletero del Mondeo no tenía desperdicio. Una pistola cargada, un rifle con el cañón recortado, documentos de identidad falsos. Y placas policiales falsificadas. Échale patxarán y ya tienes todos los ingredientes para una fiesta euskalduna en condiciones.

Brindis por Sabino Arana.

Las dos órdenes internacionales de búsqueda, detención e ingreso en prisión emitidas por el Juzgado Central de Instrucción número uno de la Audiencia Nacional motivaron la extradición de Arzalluz y "Peio" a finales de noviembre de 2005.



Supongo que en el ínterin habrán tenido tiempo para aprender francés. Mira tú, para que luego digan que la profesión de terrorista no tiene su aquel; ¡si hasta se aprenden idiomas! Ahora pueden leer a Rousseau o Proust en versión original.

Y tiempo no les va a faltar para adentrarse en los clásicos de la Ilustración. Asier Arzalluz, bienvenido.

1. Presentación

Hoy ha sido mi primer día como becario en la Audiencia Nacional. Llegué tarde. Me había quedado despierto hasta tarde, hipnotizado con los capítulos de Expediente X que me había bajado del eMule.

Tras varios minutos de desigual batalla, logré sin embargo vencer la resistencia de mis sábanas y me levanté. El reloj marcaba varios minutos más de lo que debía, así que me planté en Recoletos mientras terminaba de abrocharme los botones de la camisa, de deshacerme de las legañas y mientras me comía una manzana. Y con solo dos manos y 28 dientes.

Me había retrasado ya diez minutos cuando llegué por fin a la Audiencia. Una "amable" funcionaria me comunicó con todo el desprecio que le cupo en la boca que las personas como yo (me pregunto a qué se refería con eso) tenían que entrar por la otra puerta, en la calle Génova.

Total, no hay prisa.


Los obstáculos no habían terminado. Era hora de pasar el control de metales. Y la fila no avanzaba precisamente fluida. Y luego mi dermatólogo dice que tengo que dejar de comerme las uñas.

Por fin en el edificio, identificado como practicante en ejercicio y con acceso libre, pregunté por el despacho del señor Guillermo Fernández-Vivanco. Nuestro contacto en la Audiencia, si me permiten utilizar la jerga del espionaje.

Cuando entré por la puerta, la reunión estaba prácticamente terminada. Fue la típica presentación que suele darse el primer día de clase: sinopsis de las actividades que haremos, explicación de los trabajos que hemos de realizar, y muestra de una pequeña parte del repertorio de anécdotas insulsas y arengas superfluas. En definitiva, apenas había posado mi culo gordo en la silla, se terminó el acto de bienvenida.

Lo bueno, si breve...

Al despedirnos, el señor Fernández-Vivanco nos invitó a que no nos fuéramos todavía a nuestras casas. Estábamos acreditados y podíamos aprovechar para presenciar algunos de los juicios que se estaban tramitando en la planta baja.

Y allí fui.

¿Han oído hablar de Asier Arzalluz? ¿No? Pues esta semana les contaré quién es y por qué le juzgan.

Prólogo

Soy Ataúlfo Calafate. Y llevo siéndolo bastante tiempo. Me despierto temprano cada mañana, excepto los domingos, cuando la resaca me impide ejercer de persona hasta media tarde. Pero esa es otra historia.

Lo primero que hago nada más levantarme es beber un zumo de naranja. Y después de cagar, me ducho y me cepillo los dientes. Uso Licor del Polo efecto blanqueador.

Nunca me ha preocupado excesivamente mi aspecto exterior. Con el cabello aún mojado, revuelvo entre los trapos del armario y cojo una combinación de prendas al azar. Mi acierto en la selección de la vestimenta suele ser equiparable al de Fernando Torres tirando penaltis. Y desde que me borré las huellas dactilares de la mano izquierda con la plancha, siempre llevo las camisas arrugadas.

No soy guapo. Me afeito mal. Mis abdominales macizos decidieron esconderse bajo una generosa barriga. Y mi carácter no es especialmente agradable. Huraño, esquivo, cruel, narcisista... son solo algunos de los piropos que he ido coleccionando a lo largo de mi insípida existencia.

Entre semana salgo de casa a las 8.23. Siempre pierdo el tren de cercanías. Pero no me importa esperar al siguiente. Así me da tiempo a leer el periódico gratuito mientras llego a la parada de la Universidad. Tampoco me preocupa entrar tarde a clase. Soy inmune a las miradas fulminantes que me lanzan los profesores cuando los interrumpo. Se gustan oyéndose, pero ¿y qué? Además, el retraso es la excusa perfecta para acomodarme en un asiento apartado, donde puedo retraerme y evitar cualquier tipo de contacto humano con mis petulantes e histriónicos compañeros.

Estudio Derecho. Corrijo, estoy matriculado en Derecho. Asisto frecuentemente a la facultad. Pero en cuanto se inician las disquisiciones en torno al ordenamiento jurídico español, mi mente comienza a reproducir la Radetzky March Op. 228 de Johann Strauss.

Aborrezco la carrera. Me siento alienado estudiando una materia tan árida e impersonal. Y por si fuera poco, esta próxima semana empieza mi periodo de prácticas externas.

Soy Ataúlfo Calafate. Y a partir del lunes seré becario de la Audiencia Nacional.

Conmoción entre los estadounidenses por la masacre de Virginia Tech

Puede que el ser humano esté capacitado para afrontar las más crueles tragedias. Pero rara vez estamos preparados para los detalles. La opinión pública norteamericana ha sufrido un nuevo golpe bajo con la emisión del vídeo en que Cho Seung Hui, de modo confuso, explica sus motivos para convertirse en el pistolero del siglo XXI.


“Habéis tenido cien mil millones de maneras de evitar lo de hoy, pero habéis decidido derramar mi sangre. Me habéis acorralado en una esquina y solo me habéis dejado una opción. La decisión fue vuestra. Ahora tenéis sangre en vuestras manos que nunca podréis lavar”.

El tiroteo pergeñado por el joven surcoreano en la Universidad de Virginia deja tras de sí 32 víctimas mortales, decenas de heridos, e infinitud de preguntas que jamás hallarán respuesta, innumerables recuerdos teñidos de dolor y que acompañarán a los familiares de los fallecidos por tiempo inmemorial.

La peor matanza de estas características en la historia de los Estados Unidos reabre además un debate, una herida, que nunca ha terminado de cicatrizar. ¿Podría haberse evitado? ¿Cómo? Hay quien habla de negligencia en la gestión del asunto por parte de las autoridades. No faltan quienes hablan del acceso que los ciudadanos en Norteamérica pueden tener a armas de fuego. En este punto, son muchos los que claman por la prohibición y las restricciones. Otros, por el contrario, entienden que sería precisamente una mayor permisividad la que evitaría tristes episodios como el de Virginia. De esta última opinión es John Markell, el armero que vendió las pistolas a Cho. Según un artículo publicado en el diario El País, Markell entiende que “todo el mundo debería de estar armado. Si las armas estuvieran permitidas en el campus, esto no habría ocurrido. Quizá hubieran muerto una o dos personas, pero antes de que cayera la tercera, el asesino habría sido abatido por alguien con un arma”.

En estas disquisiciones entra Albert, uno de los españoles que estudia en Virginia Tech. Su testimonio, así como el de su compañero Nicolás Delgado, ha sido recogido en la edición digital de ABC.

Cho Seung-Hui, un psicópata que se creía iluminado. O quizá un iluminado que pasará como psicópata a la historia que reescribimos los supervivientes. Su ataque kamikaze a los cimientos de la sociedad norteamericana deja de nuevo en evidencia esa doble moral que señalamos como mal endémico de los yanquis. Aunque quizá nosotros mismos no estemos tan alejados de semejantes precipicios.


Noticias relacionadas:
http://www.elmundo.es/elmundo/2007/04/18/internacional/1176930327.html
http://www.abc.es/hemeroteca/historico-20-04-2007/abc/Nacional/la-difusion-de-un-video-testamento-del-asesino-alarga-la-conmocion-en-eeuu-el-rectorado-ofrece-titulos-postumos-y-facilidades-para-terminar-el-semestre_1632645324969.htmlhttp://www.elpais.com/articulo/internacional/asesino/Virginia/envio/imagenes/NBC/dia/matanza/elpepuint/20070419elpepuint_1/Tes

Saberes Compartidos

Siglo XXI. La Información se ha convertido en la base, en la columna vertebral de la Sociedad. Quien controla la información ostenta el poder, del mismo modo que antiguamente eran los poseedores de fuego quienes dominaban a sus congéneres cavernícolas.


La información es ahora el elemento clave en todo el diseño de los sistemas productivos. Las estrategias sociopolíticas y económicas de los Gobiernos dependen en gran medida de las estructuras informativas y propagandísticas disponibles.La importancia del fenómeno informativo lleva a los Estados a tejer sus telarañas de control sobre los medios de comunicación y las noticias y contenidos que se vierten a escala planetaria. No faltan individuos que claman por la concepción de la Información como un bien público, exento del sometimiento a la lógica del tráfico mercantil. Por encima de los derechos de propiedad privada, más allá de las restricciones que impone la competitividad de los mercados: la Información debe permanecer ajena a intereses particulares y enarbolar la bandera de la universalidad.



Y ello es posible porque la Información trasciende los procesos económicos imperantes, desborda la idiosincrasia de los mercados. La Información no se muestra respetuosa con los preceptos funcionales del capitalismo. Foros comunicativos como Internet permiten y facilitan la irrupción en escena de fuerzas creadoras inesperadas. Los propios usuarios interactúan y colaboran en el intercambio de toda clase de contenidos.
Han existido intentos de construir monopolios informativos en la red. Pero imperios como Google o Microsoft han fracasado en sus pretensiones de acallar los procesos de producción cooperativos y de autoproducción que llevan la firma anónima de las masas.


El capitalismo tal y como lo conocemos se ve impotente ante la creatividad y la innovación que potencia la comunicación cibernética. Instrumentos como los foros, los blogs o los podcasts sirven para romper las cadenas que pretendían esclavizar nuestras palabras.
Desde Nueva York a Pekín, desde Londres a Johannesburgo pasando por Melbourne o Moscú, pueden leerse los pensamientos en alto de identidades ocultas. El pueblo ha empezado a hablar. Y ya no habrá quien nos calle.