jueves, 31 de mayo de 2007

5. Tokarev


Tokarev del calibre 7,62. La revista Armas describe esta pistola, icono de la Unión Soviética, como simple y espartana en su diseño y construcción, esbelta a la vez que compacta, un ejemplo de fiabilidad y economía.
La Tokarev pertenece al grupo de armas de cañón móvil, con retroceso conjunto de éste y de la corredera. Estéticamente resaltan su reducido grosor y la ausencia de una aleta de seguro manual, así como la colocación del martillo percutor en el interior del armazón y corredera. Podemos decir que resulta de lo más funcional y práctico, ideal para un arma de combate.
Para facilitar su manufactura, el mecanismo de disparo, guías de cartucho a la recámara y expulsor van colocados sobre un bastidor separable del armazón, favoreciendo al mismo tiempo su desarme para limpieza o sustitución de alguna de sus piezas.
La Tokarev utiliza cargadores separables convencionales, con capacidad para ocho cartuchos. Sus elementos de puntería comprenden un punto de mira fijo, que forma parte de la corredera, y un alza en cola de milano que permite corregir el tiro en deriva. Al carecer de seguro manual, el sistema utilizado se concreta en el martillo percutor, mediante una posición intermedia de éste que además bloquea la corredera, impidiendo la apertura de la recámara. También dispone de un seguro de cierre que impide el disparo hasta que el cartucho se encuentra correctamente alojado en la recámara, y que va colocado en el bastidor del mecanismo de disparo. La forma del martillo percutor, redondeada como el de la pistola Mauser, y sobresaliendo por el borde de la corredera, permite montarlo apoyándose sobre la cadera, pierna o brazo, sin necesidad de utilizar el dedo pulgar.
Su alta velocidad inicial, precisión, rasante y penetración, fueron las cualidades que decidieron la adopción del cartucho 7,62 x 25. Por otra parte, podía ser utilizado en subfusiles, convirtiéndolo en lo que podíamos llamar un cartucho polivalente, si bien se aumentó la carga de proyección para mejorar sus prestaciones. Por sus características balísticas, y utilizando proyectiles con punta expansiva, se podía incluso emplear para la caza. En carabinas de repetición obtenía asimismo excelentes resultados para el tiro deportivo.
La Tokarev fue el arma usada por Alfredo Galán, el asesino de la baraja, en los crímenes que cometió entre el 24 de enero y el 18 de marzo de 2003. Galán había servido en el ejército, y estuvo dos veces en Bosnia de misión humanitaria. Fue precisamente en un bar de Mostar donde compró la Tokarev por 400 euros.
Galán escogía a sus víctimas al azar, y firmaba alguno de sus crímenes depositando un naipe en la escena del delito.
El historial criminal de Alfredo Galán se remonta al 24 de enero de 2003. Esa mañana Galán entraba en la garita del portero del edificio número 89 de la calle Alonso Cano, en Madrid. Disparó al conserje, Juan Francisco Ledesma, alcanzándole en la cabeza.
El hijo de Ledesma, de dos años de edad, presenció el asesinato.
La madrugada del 5 de febrero fue hallado el cadáver de Juan Carlos Martín Estacio en la parada de autobús de la Alameda de Osuna. Cerca del cuerpo se encontró una carta, el as de copas.
Menos de 12 horas después, Galán entraba en un bar de Alcalá. Efectuó varios disparos, matando al camarero y a una clienta que estaba telefoneando Teresa Sánchez, dueña del bar y madre de Mikel, el camarero fallecido, resultó herida.
Galán tardó más de un mes en actuar de nuevo y en dejar la siguiente carta. Aquel 7 de marzo, el asesino de la baraja se dirigía contra una pareja de ecuatorianos que hablaban en la calle. El chico recibió una bala en la cabeza. Ella estará agradecida de que la Tokarev se encasquillara, precipitando la huida de un Galán que dejo un dos de copas a sus espaldas.
La serie de asesinatos llegó a su fin el 18 de marzo, culminando con dos nuevas víctimas. Una pareja de rumanos fueron disparados en un descampado de Arganda del Rey- Él, el tres de copas, murió en el acto. Ella, el cuatro de copas, falleció unas horas más tarde.
"Buenos días, arrodíllese". Esas eran las palabras con que Alfredo Galán saludaba a sus víctimas antes de dispararles.
Galán se deshizo de la pistola Tokarev, que nunca ha sido encontrada. Quién sabe, puede que la Policía Científica hubiese decidido guardarla con su colección de armas.

martes, 29 de mayo de 2007

4. Hawala

Mohammad Afzaal, Ali Shahzad Gutjar, Qamaruz Zaman, Adnan Aslam, Akhtar Masood, Shafqat Ali, Ahmad Khan Nasser, Mahmood Anwar, Irfan Khan, Farhat Iqbal y Aslam Choudhry Mohammad.
No. No es la alineación titular de la selección pakistaní de fútbol. Son los once imputados en el juicio contra Sunni Terik, la célula de Al Qaeda que no solo ayudaba a la financiación de la organización terrorista sino que también pretendía ejecutar atentados en suelo español. Se sospecha que la Torre de Mapfre y el Maremágnum, situados en pleno corazón de Barcelona, eran objetivos marcados de masacre.
Juan Moral, el fiscal de la Audiencia Nacional que está llevando el caso, pide penas que oscilan entre los 22 y los 32 años para los distintos sujetos implicados. Y ello porque se presume que los once pakistaníes son culpables de los delitos de pertenencia a organización terrorista, conspiración, narcotráfico y blanqueo de capitales.
Me pregunto si la defensa basará su estrategia en el choque cultural.
Sostiene Moral que los acusados prestaron servicios logísticos y financieros a Al Qaeda. El dinero era obtenido a través de la distribución de droga (un total de 150 gramos de heroína fueron incautados en las distintas detenciones) y de la venta de documentaciones falsificadas.
A la célula Sunni Terik se la acusa de haber enviado la nada desdeñable cantidad de 3000 euros a Mohamed Al Masri, cuyo nombre de guerra no es otro que el de Mohamed el Egipcio. Sí, el mismo Mohamed el Egipcio que está siendo actualmente juzgado como uno de los principales artífices de la matanza del 11 de Marzo.
Espeluznante.
Pero lo más curioso de todo esto, al menos lo que llamó mi atención durante la vista a la que asistimos, es el sistema empleado para la transmisión de fondos: el hawala.

El hawala es un sistema de transferencia informal de fondos (TIF), cuyo significado en jerga árabe es "transferencia" o "cable". El peligro inherente al transporte en el comercio exterior fue la principal razón para el surgimiento de los sistemas TIF. Inventado por los chinos, los pioneros en su aplicación fueron los comerciantes árabes de la Ruta de la Seda, quienes pusieron en práctica este sistema para evitar que les robaran. El hawala está vinculado a la región de Asia Meridional y Oriente Medio, siendo la tendencia actual el envío de fondos a estas zonas por parte de los inmigrantes que han fijado su residencia en países del Primer Mundo.
¿Por qué resulta atractivo el empleo del sistema hawala? Muy sencillo, porque los costes son reducidos, las operaciones son rápidas y se exige poca documentación. Es un método carente de burocracias, por cuanto se basa en la confianza.
En definitiva: los hawaladars cobran comisiones inferiores a las de sistemas formales, y el mecanismo operativo tiene menos intríngulis que el guión de Seinfeld. Una operación hawala se inicia con la visita del cliente al establecimiento del intermediario, del hawaladar. El hawaladar no está sometido a control gubernamental, carece de licencia y no paga impuestos por tales actividades. El cliente entrega al hawaladar un dinero en efectivo: la cantidad que desea enviar más una exigua comisión, y las señas del destinatario.
El hawaladar le da al cliente un recibo (léase trozo de papel o servilleta, sin membrete ni rastro de oficialidad por ninguna parte). Luego el hawaladar se pone en contacto, vía telefónica o por mail, con su corresponsal en el país de destino, a quien se le confía un código o contraseña. Esa contraseña ha de ser igualmente transmitida por el cliente emisor al destinatario, para que pueda recoger el dinero con una mínima garantía.
Es algo así como la pregunta recordatorio de la cuenta de correo electrónico. Una vez concluida la operación, todos los datos son destruidos. ¿Y quién puede probar que ha existido intercambio de divisas?
El hawala funciona gracias a la confianza que existe entre los integrantes de la red. Ello permite poder prescindir de sucursales o infrastructuras que encarecerían el servicio y lo harían inútil.
El problema que todo esto plantea es fácil de adivinar: muchas veces estas transacciones enmascaran operaciones fraudulentas, léase fuga de capitales, blanqueo de dinero y financiamiento del terrorismo.

Y eso es precisamente lo que el otro día se discutía en la Audiencia Nacional con ocasión de la declaración de Mohammad Choudhry.
El diario El País ya había reconstruido en un artículo la ruta española del hawala. Se trata ni más ni menos que de una red secreta de carnicerías, locutorios y ultramarinos en los que centenares de pakistaníes, sin control alguno, mueven pingües cantidades de forma regular.
Mohammad Choudry, nuestro protagonista, es propietario de diferentes locutorios esparcidos por la geografía española. Uno de ellos era el Network Global Link, ubicado en Barcelona y desde el cual fueron efectuadas las transferencias a Mohamed el Egipcio.
Imagínense a un campesino analfabeto procedente de Pakistán, de la región del Punjab, en la que se dedicaba a vender leche de vaca. Imaginen que llega a España y en un espacio más propio de una casa de muñecas monta un ultramarinos, media docena de cabinas teléfonicas, cuatro ordenadores con acceso a Internet, un videoclub y una mesa rescatada del rastro para hacer las veces de oficina.
¿Qué me responderían si les digo que en menos de 15 meses habían pasado por las manos de Choudry la friolera de 18 millonazos?
Siéntense antes de leer lo siguiente: hablo en euros. 18 millones de euros. Y no, no es un error de mecanografía.
De todos modos, Choudry se esforzó todo lo que pudo por no dar la más mínima señal de aburguesamiento. Por supuesto que habría sacado buena tajada de sus negocios, pero continuó viviendo en el mismo barrio de clase obrera, y lo único que los Mossos pudieron encontrar al registrar su domicilio fueron... ¡vídeos de culebrones pakistaníes!
Eso es vivir, señoras y señores.
La ruta española del hawala fue empleada por un ilustre personaje como Khalid Sheikh Mohamed (KSM), a quien se le atribuye la coautoría ideológica del 11-S. Desde el locutorio de Choudry fue enviado dinero a Amjad Farooqi, testaferro de KSM y responsable del secuestro y posterior asesinato del periodista del Wall Street Journal Daniel Pearl.
Choudry ha sido señalado como el jefe financiero de Sunni Terik. Su declaración en juicio ante la jueza Manuela Fernández no tuvo desperdicio. Fue un genuino esperpento.
Por unos instantes, Choudry se olvidó de su etiqueta de terrorista peligroso y volvió a ser el campesino que pastoreaba su ganado por las escarpadas montañas del Punjab en Pakistán. Eliminó todo rastro del sagaz hombre de negocios en que dicen se ha convertido.
Admitía ser el propietario de nosécuántos locutorios y empresas. Pero negaba rotundamente saber de qué iba esto de la hawala. ¿Lavado de dinero? Jamás lo había oído en mi vida. En su castellano macarrónico, Choudry clamaba por su inocencia, y no tenía reparos en dirigirse con todo descaro a la magistrada, con lo que exasperaba continuamente a su abogado. Y que el señor letrado quería dirigir la estrategia en otra dirección. Deberían haber visto la comunicación no verbal entre Choudry y su abogado. Con los ojos, Choudry le pedía permiso para enseñarle a la jueza un papel que él creía serviría para su defensa; ante la insistencia de Choudry con sus miraditas y pucheros, el abogado terminó tirando de ostensibles aspavientos para tratar de hacerlo recular.
Fue incluso gracioso.
El toque de surrealismo que faltaba lo terminó de poner el propio abogado defensor cuando sacó un diccionario que traducía al inglés las palabras del dialecto, de la lengua materna de Choudry.
Ataúlfo Calafate, servidor, no está más que a punto de licenciarse. Ni tengo idea ni pretendo aspirar a ello, ¿quién soy yo para dar consejos? Pero me da a mí que no es buena cosa esa de empezar la proposición de prueba diciendo "sé que a su señoría no le va a convencer mucho esto que voy a aportar, y puede que no quiera darle efectos probatorios, pero..."
Seamos sinceros. Ya nadie va a escuchar qué es lo que viene después de ese "pero".
Y de todas maneras, ¿a quién le importa cuál es el origen etimológico del hawala? Es más, ¿a quién le importa qué es el hawala?

viernes, 18 de mayo de 2007

3. Fernando Grande Marlaska

Señoras y señores. Damas y caballeros. Dispónganse a recibir con un fuerte aplauso al carismático, al atractivo, al inigualable... ¡Fernando Grande-Marlaska!

Por supuesto que no fueron estas las palabras con que Fernández-Vivanco nos anunció que íbamos a mantener una reunión con el juez Grande-Marlaska. Pero apuesto a que fue así como semejante revelación sonó en las mentes de mis compañeras de Practicum.
¿Grande-Marlaska? ¡Qué fuerte, tía!
Tal comunicado nos pilló a todos de imprevisto. Fue un poco traicionero, ¿pero quiénes somos nosotros para exigir un programa de actividades coordinado y establecido con antelación?
¿Qué sabía yo del señor Marlaska? Habitualmente, empiezo a leer los periódicos de atrás hacia delante, y por regla general nunca exploro más allá de la sección de deportes. Me sonaba que este tipo había sustituido a Baltasar Garzón, y que no solo se había hecho cargo de su trabajo sino que también había asumido su cuota de popularidad y estrellato mediático.
También sabía que era un sujeto atractivo, que levantaba pasiones entre el público femenino a pesar de ser abiertamente homosexual. O quizá precisamente por ello. La información de que disponía era suficiente como para no extrañarme ante los profundos suspiros de mis compañeras. ¡Ay, Grande-Marlaska! ¡Y yo con estos pelos!... Uno no puede ser del todo ajeno a las feromonas que de pronto se desatan en el ambiente, y decidí dejar de lado mi habitual escepticismo. Puede que después de todo estuviéramos a punto de conocer a alguien interesante.
Y desde luego, Fernando Grande-Marlaska es interesante. No lo dudo. Pero lamentablemente, aquel día decidió dejarse su charm olvidado en casa.


Nacido en Bilbao a principios de los 60, Fernando Grande-Marlaska se ha ganado el respeto de propios y extraños merced a una incuestionable ética de trabajo. De su figura se desprende un aura de orden, seriedad, meticulosidad. Confiesa que curra de nueve a nueve (¿dormirá la siesta?), y no en vano hay quien alaba sus resoluciones como impecables.
En su momento, Grande-Marlaska impidió que De Juana Chaos saliera de la cárcel, prohibió un congreso de HB... Y se las arregló para salir ileso de una decisión que parecía una trampa china: recién declarado el alto el fuego de ETA, en sus manos estaba un auto histórico que podía dar con los huesos de Otegi en la cárcel. Más de uno contuvo la respiración a la espera de la resolución de Marlaska, que pareció lograr el imposible: dejar a todos contentos, esto es, prisión para el amigo Arnaldo pero con un cuarto de kilo (hablo en euros) como fianza.
Interesante, ¿verdad? Pues bien, parecía que nosotros, un hatajo de post adolescentes a punto de licenciarse, estábamos más interesados en que Fernandito nos proporcionara orientaciones profesionales.
¿Opositar o no opositar? Esa es la cuestión.
Me pregunto qué demonios le importarían a Marlaska aquellas pamplinas. Pero lo cierto es que parecía sentirse cómodo soltando naderías. Había empezado su discurso en tono de clase magistral, hablándonos de la Audiencia Nacional y sus competencias. Los artículos 65 y 88 de la Ley Orgánica del Poder Judicial nunca habían dado para tanto. Parecía estar alcanzando placeres al borde de lo erótico mientras nos explicaba las diferencias entre extradiciones y órdenes europeas de detención y entrega. Y pensé que terminaría bajando la guardia cuando se relajó contestando a nuestras inquietudes sobre cómo elegir un buen preparador.
Su parsimonia solo se vio amenzada cuando estalló la burbuja de la rabiosa actualidad. ¿Qué opinaba de la decisión del Gobierno de ZP de otorgarle la prisión atenuada al ínclito De Juana Chaos?
Marlaska se puso su mejor máscara de juez, de hombre de Derecho, y procedió a una exposición razonada de cómo debería interpretarse el artículo 100.2 del Reglamento Penitenciario. La conclusión: si de él hubiese dependido, De Juana seguiría pasando hambre.
Eso, aclaró, desde un punto de vista, desde un criterio estrictamente jurídico.
¿Y desde un criterio no jurídico? No todo en la vida son Leyes y Reglamentos, hay cuestiones sociopolíticas que trascienden los textos legales.
Marlaska no quiso mojarse. Fue hermético al respecto. Si había un criterio de oportunidad que había pesado de manera significativa en la decisión del Gobierno, eso a él le desbordaba; él es un juez y como tal tiene que regirse por lo jurídico. No es quién para dar una opinión. Aunque la tiene, y muy clara, de eso pueden estar seguros.
Según se cuenta, Fernando Grande-Marlaska nunca se ha encontrado a gusto con su recién descubierto protagonismo mediático. De hecho, apenas concede entrevistas y se muestra esquivo ante los micrófonos. Apagado el leve fuego iniciado por el tema De Juana, el pobre hombre debía sentirse aliviado al cerciorarse de que nosotros no supondríamos ninguna amenaza contra su fachada de corrección política.
Tanto es así, que nuestro entrañable juez empezó a hablar. Nada que no se pudiera encontrar en Internet, como constaté después, pero por lo menos comenzaba a alejarse de ese perfil tan odiosamente jurídico para acercarse a su lado más humano, más vulgar.
Nos relató cómo en el año 85 se licenció en Derecho y Economía. En primer término, su intención era hacerse funcionario de la UE. ¡Y a vivir! De hecho, solicitó una beca para estudiar en el Colegio de Brujas (hasta que comprendí que se estaba refiriendo a la ciudad belga, me reí yo solo imaginándomelo disfrazado de Harry Potter; en fin, sí, qué infantil soy). La beca le fue denegada, así que no le quedó otro remedio que tratar de encontrar su nicho en el ámbito privado. Empezó a trabajar en una empresa de exportaciones, pero el asunto no terminó de convencerle, así que recogió los bártulos y se puso a opositar.
En menos de dos años, ya era juez.
Gracias por el complejo de inferioridad que nos ha creado, señor Marlaska.



La carrera de este señor en la judicatura ha sido fulgurante. Porque le agrada su trabajo.
Leyendo en los archivos de algunos periódicos digitales, me enteré de que en 1999, con tan solo 37 primaveras, Marlaska se hizo cargo de la Audiencia Provincial de Vizcaya. Interpelado sobre su juventud, quizá excesiva para semejante puesto, Marlaska se encogió de hombros y respondió con una lógica aplastante: "Será que no hay gente delante de nosotros en el escalafón que quiera venir aquí".
Seguramente, no sin motivo. En sus primeros 365 días en el cargo, ETA había dejado 23 muertos a sus espaldas. Cuando unos meses más tarde se detuvo al Comando Vizcaya, se descubrió que la banda terrorista había recopilado informaciones acerca de Marlaska.
Fernandito estaba en el punto de mira, y hubo que colocarle escolta. Fue una noticia difícil de digerir, pero tampoco le supuso ningún trauma, porque era perfectamente consciente de que aquello podía suceder tarde o temprano.
Además, la escusa de la seguridad le viene al pelo para librarse de pasear a su perra. Quien tiene que salir y recoger las caquitas del animal, llueva o haga sol, es Gorka, su marido.
Y hete aquí que nos encontramos con un detalle curioso. Estamos hablando de un hombre, don Fernando Grande-Marlaska, en cuyas manos han estado depositadas algunas de las decisiones más trascendentales de la vida social española reciente. Un hombre que, a la hora de ejercer su profesión, ha de soportar -aunque nuestro héroe diga que no le cuesta- lo que el mismo denomina una sibilina presión política y mediática.
Pero una de las fechas grabadas a fuego en su memoria no es otra que el 3 de febrero de 1998. Aquel día, Fernando hizo acopio de valor y le confesó a su madre que era homosexual, y que se iba a vivir con su novio.
Ama no se lo debió de tomar muy bien. Después de todo, no había estado luchando toda una vida para que ahora llegara su hijo a estimular las habladurías y los chismes entre las vecinas.
Ama no lo aceptó, y durante un tiempo la familia estuvo fraccionada. Fernando se negó a asistir a la cena de Navidad si no era en compañía de Gorka, a quien nadie había tenido la delicadeza de invitar.
Es más, por un cúmulo de circunstancias, Fernando ni siquiera informó a su madre de que se casaba. A la vuelta de la luna de miel, Fernando enfiló el camino hacia Bilbao para contárselo. No fue fácil encontrar la ocasión propicia. Pero esta terminó presentándose en un trayecto en coche. Fernando iba al volante, Ama en el asiento del copiloto. Con la mirada perdida en la infinidad de la carretera, sin establecer contacto visual con su madre, Fernando le dijo por fin que había regularizado su situación con Gorka.
¿Adivinan cuál fue la respuesta?
"Me lo esperaba".
Orgullosa, digna, sosegada. Sin decir una palabra más alta que otra. Haciendo una concesión sin modificar un ápice su postura al respecto.
¿Y habrá todavía quien se pregunte de dónde ha sacado Grande-Marlaska su ecuanimidad, su savoir faire, su profesionalidad?
De tal palo, tal astilla...